Bailando en tiempos cubanos
Aunque parezca paradójico, no fue tanta casualidad que Cristóbal Colón desembarcara en la mayor de las Antillas cuando en realidad andaba perdido buscando la ruta marítima para conectar al viejo continente con India. Existe una atracción mágica, magnética, hacia esa isla caribeña que el sol abraza muy fuerte en un gesto de pasión, un encanto esotérico, un dulzor irresistible que desborda sus cañas y produce postales naturales románticas que protagonizan gente de pura azúcar.
Entonces tampoco es extraño entender que -amén de las rivalidades entre España e Inglaterra- en 1762 los ingleses hayan querido tomar posesión de la “llave del Golfo”, como también se le conoce a Cuba, ese archipiélago que parece reposar sobre el océano Atlántico, pero que en realidad borbotea de emociones. Al año siguiente España le entregaría la Florida a la corona británica a cambio del puerto de La Habana, porque verá usted, este no es un puerto del que alguien se desprende fácilmente.
Todos recalaban en la bahía habanera durante su paso hacia el norte, y así llegaron a Cuba ritmos y bailes de todas partes, desde África hasta Europa y otras regiones de América. Allí se mezclaron esas melodías y tambores con el guarapo[1], el ron, fumaron tabacos exóticos, se bañaron en playas afrodisíacas, se fundieron bajo el sol del Caribe, asistieron a fiestas de santos negros y santos blancos, y surgió la música cubana. No es un secreto para nadie que cualquier intérprete que aspire a ser un gran “maestro” de los estilos bailables afro-latinos, sin dudas debe beber de la escuela cubana.
La historia nos cuenta que durante los años 30 a los 50 la música cubana fue el gran referente del territorio. Los cantantes y compositores más renombrados del continente americano viajaron a La Habana para cantar, componer y grabar con la Sonora Matancera, Benny Moré, Arsenio Rodríguez, Antonio Arcaño y Rita Montaner. Tropicana marcaba el paradigma de los grandes Shows tropicales, al cual asistieron desde Frank Sinatra hasta el mismísimo Al Capone. Del otro lado, los percusionistas cubanos Mario Bauzá y Chano Pozo hacían historia en New York introduciendo las tumbadoras en el jazz y dando paso al surgimiento de lo que hoy se conoce como “latin-jazz”.
De Cuba salió el Mambo que causó furor en México en los años 50 y de Cuba salieron Celia Cruz, Gloria Estefan y Willy Chirino en los años 60 y comenzaron a sonar con ellos las guarachas cubanas en los Estados Unidos. No debemos olvidar que desde mucho antes ya existieron fuertes lazos entre los músicos cubanos y los estadounidenses. New Orleans y La Habana parecían barrios vecinos intercambiando ritmos, sonoridades y expresiones musicales desde finales del siglo XIX y durante toda la primera mitad del siglo XX. En el propio Mambo convergían ya elementos cubanos y estadounidenses: ritmos y entonaciones del son y el danzón –dos géneros cubanos- con las sonoridades, timbres y agilidad de las jazz bands americanas.
Los cubanos llegaron con el son y la rumba a Estados Unidos, a New York -tras el cambio de régimen político en la isla en 1959-, allí se reunieron con otros músicos que venían de Puerto Rico, Colombia, Panamá, Venezuela y República Dominicana y concibieron el fenómeno “Salsa” en la década del 70. Esta es la razón por la cual la salsa es mucho más que un baile social y todos los que estamos enamorados de su encanto lo sabemos. La salsa es identidad, es ese lugar donde los músicos y bailarines latinos se refugiaron para preservar su esencia, su distintivo, así como hicieron sus ancestros africanos que vistieron sus dioses como santos católicos para que no murieran, para nunca rendirlos.
Entonces la salsa brilla con aura exquisita porque es el resultado de una comunidad multicultural donde bailan en armonía y con deleitable sabor las raíces latinas bajo las luces estadounidenses. En la base están el son y la rumba cubanos, los ritmos de herencia africana matizados por el Caribe, la clave cubana, la ritmicidad en los instrumentos melódicos que ejecutan los “tumbaos” y la melodía que emana de la interpretación de los instrumentos de percusión.
Los ingredientes cubanos en la Salsa
El son cubano, padre de la Salsa, es un género musical-bailable que se originó en el extremo oriental de la isla a finales del siglo XIX. Originalmente se ejecutaba con un instrumento de procedencia africana llamado marímbula y que hacía la función del bajo, percusión menor y el tres cubano: una especie de guitarra de menores dimensiones que se distingue por tener tres pares de cuerdas dobles de acero. Esta característica le otorga al tres cubano una sonoridad única y brillante, y además tiene la particularidad de ejecutar el “tumbao”, una melodía arpegiada, muy rítmica y acentuada que constituye el núcleo de la canción.
Más tarde el son llegaría desde lo más intrincado del campo hasta La Habana. Allí cambiaría la marímbula por el contrabajo y añadiría la trompeta. Cuando los soneros aterrizaron en los Estados Unidos empezaron a tocar aquellos “tumbaos” que sonaban en las cuerdas del tres, con el piano de lo que luego llamarían Salsa. En los años 90, el fenómeno Buena Vista Social Club dio a conocer a todo el mundo el son cubano y a las grandes figuras que en sus sueños y dones lo colmaron de bendiciones.
Si por un lado el son es la expresión de lo cubano por antonomasia, una deliciosa mezcla entre lo español y africano en un nuevo producto; la rumba cubana por otra parte es descendiente directa de África. Rumba significa “fiesta”, como las que se hacían en los solares[2] habaneros, donde los descendientes de esclavos africanos se reunían a celebrar su “libertad” en baile y música. En Cuba, debido a las condiciones especiales en que se desenvolvió la trata de esclavos, se desarrollaron diferentes manifestaciones de lo africano, con sus más variadas particularidades. El término afrocubano se utiliza entonces para connotar todas aquellas expresiones provenientes de la Rumba y ceremonias religiosas de origen yoruba y abakuá fundamentalmente.
Actualmente las mezclas son tan complejas, tan ricas, que a veces se hace difícil delimitar géneros puros y los bailes han ido evolucionando hacia formas genéricas que permiten mayores libertades y creatividad. Desde los calificativos “bailes latinos”, “bailes sociales” o “bailes tropicales”, que se emplean hoy para incluir todas aquellas manifestaciones danzarias de descendencia latina y carácter social, el propio término “afro”, “afro-latin” “afro-caribbean”–dentro del circuito de la salsa- se utiliza para resaltar cualquier elemento procedente de la herencia africana en esta región, con fuerte presencia de las tradiciones músico-danzarias afrocubanas.
Los bailes cubanos en Estados Unidos
Los Festivales y Sociales de temática cubana suelen ser muy atractivos y enriquecedores, estamos hablando de los cimientos de la Salsa, y de una cultura que expresa la alegría y jovialidad de su gente, el compromiso con sus raíces, su carácter de lucha, resistencia, supervivencia, rebeldía, superación, libertad, sus heridas y cicatrices, puro ritmo, calor, fuego y sensualidad. Desde los básicos afrocubanos, las tres variantes de la Rumba (Columbia, Guaguancó y Yambú), chachachá y casino, los eventos de bailes cubanos cuentan con los grandes maestros radicados en los Estados Unidos, y se distinguen además por su estilo y energía auténticos, llenos de pasión.
Como buenos latinos, los cubanos también son personas que sienten especial respeto por los encuentros familiares y las grandes fiestas, muchas veces religiosas -porque también son muy espirituales-, coronadas con un portentoso banquete, donde por supuesto no faltan la música y el baile. Ese carácter amigable, familiar, parrandero y encarnecido distinguen los eventos cubanos que durante estos meses de confinamiento se han visto resentidos y algunos se han movido al medio digital.
En San Diego, Los Ángeles, Seattle, New York y otras ciudades suelen organizarse eventos donde los bailes cubanos son los protagonistas, siendo una excelente oportunidad para adentrarse y aprender de los grandes maestros. La gran mayoría de ellos provienen de una sólida formación en las academias de baile cubanas, un sello de categoría para aquellos que de forma natural ya tienen incorporados la fuerza, seguridad y sensualidad en sus movimientos y figuras. Entre los exponentes masculinos destacan los nombres de Erick Barbería, Juan Carlos Blanco, Wilfredo Guilbiac, Reinier Valdes y Jorge Luis Fernández, mientras por el lado femenino Kati Hernández, Indira Mora y Daniela Gallardo son algunas de talentosas mujeres que continúan transmitiendo su exquisito legado cultural.
Actualmente podemos encontrar a muchas de estas estrellas impartiendo clases y talleres de forma online dadas las circunstancias sanitarias actuales. Si bien es cierto que la pandemia ha venido a lacerar el dinamismo y la médula misma de los bailes sociales, el aislamiento ha significado una mirada introspectiva a nuestro bailarín interno, una invitación a explorar la expresividad individual, potenciar la sinuosidad y la fuerza de los movimientos, y sin dudas podemos encontrar mucho de eso en los estilos afrocubanos. Elegantes, precisos, imponentes, sensuales, poderosos, llenos de vida y pasión, así son los bailes cubanos, historias con finales de fiestas, fiestas de sentimientos a flor de piel.
[1] Jugo natural que se extrae de la caña de azúcar.
[2] Tipo de edificio habitacional conformado por pequeños cuartos hacinados que suelen compartir zonas comunes como el baño y patio y donde viven varias generaciones de familias.